En Argentina la política siempre fue un arte escénico, pero en la provincia de Buenos Aires directamente es un teatro de operaciones. Allí, donde el poder se discute con la misma delicadeza con la que se desarma una bomba casera, el 26 de noviembre aparece como el “día D” de Kicillof… o su versión local del “deadline”, ese relojito que marca el tiempo que queda antes de que las contradicciones internas terminen por devorar a los propios.
Mientras tanto, en la vereda libertaria, Karina Milei afila los cuchillos. Ordena. Diagrama. Exige precisión quirúrgica. No improvisación. No desvíos. No dudas. Si en el Gobierno nacional la política se volvió un engranaje de piezas milimétricas, en el karinismo directamente funciona como un reloj suizo… de esos que indican la hora exacta incluso cuando cae un meteorito.
Adorni le responde en los tiempos que define la Secretaria General. Santilli negocia con gobernadores con promesas que estas vez tendrían sustento económico. Caputo acomoda números para que el relato liberal no desborde por los bordes. Menem y Bullrich blindan el Congreso intentando que nada se desmadre, aunque el Congreso es, por naturaleza, un animal salvaje al que no se le puede pedir compostura.
Del otro lado del mostrador, en La Plata, la película es distinta: huele a humedad política, pasillos cargados, tensiones que se chocan en cada esquina. La Cámpora quiere la presidencia de Diputados. El massismo no piensa cederla. Kicillof quiere a Mariano Cascallares. Y los intendentes —esos dueños de la llave del verdadero poder bonaerense— reclaman fondos, libertad para gastar, y algo tan básico como poder pagar sueldos sin sentir que administran una panadería en default.
Todo mientras en la oposición esperan que el peronismo resuelva su propia guerra antes de pedirles algo. “Nada nuevo”, sentencia con cinismo, y agregan: “Cuando arreglen entre ellos, sale en dos minutos”.
Porque sí: el problema del peronismo bonaerense no son los libertarios, ni los ex Juntos por el Cambio. El problema del peronismo bonaerense es el peronismo bonaerense.
La provincia arde suavemente como un cigarrillo que nadie admite haber encendido. Las discusiones en torno al Presupuesto 2026, la Ley Impositiva, el endeudamiento y la distribución de cargos suenan más a una terapia de grupo disfuncional que a una negociación institucional.
Mientras tanto, la foto de los intendentes del “ex eje Insaurralde” con Chiqui Tapia agrega una pizca de surrealismo. Cuando los arbitrajes escandalosos hacen tambalear el fútbol argentino, y el presidente de AFA solo se sostiene por los logros de la Selección Nacional y por el temor de los clubes ante las represalias, los jefes comunales eligen posar con el hombre que preside un CEAMSE que huele más a poder bruto que a residuos reciclables. Política en estado puro: si la tierra tiembla, buscá refugio donde haya más placas tectónicas.
Lo más irónico es que todos coinciden en algo: faltan horas hábiles.
La provincia más poblada del país, con el presupuesto más grande y los problemas más urgentes, está al borde de no sesionar… por falta de tiempo administrativo.
La burocracia, esa casta que nadie quiere pero todos necesitan, impone sus propios ritmos. Y la política —que suele sentir que puede atropellar cualquier obstáculo— ahora mira el reloj como si fuera una bomba a punto de detonar.
En el fondo, todos negocian como si estuvieran montados en un barco que hace agua, pero creyendo que será otro el que se hunda primero. Karina Milei busca instalar su proyecto en la provincia y organizar su ejército electoral rumbo a 2027. Kicillof intenta sostener la gobernabilidad mientras La Cámpora y el massismo se tironean la alfombra. Los intendentes reclaman fondos para no morir en diciembre. Y la oposición espera, paciente, sabiendo que finalmente alguien les pedirá ayuda.
El poder, al fin y al cabo, no es otra cosa que la administración elegante del caos.
Y Buenos Aires, una vez más, está en temporada alta.
PD: Después del presupuesto y del 15 de Diciembre, se presentará una especie de Ley Bases 2 con varios temas. Temas Judiciales como sucesiones, juicios por jurados, la reforma del código penal. Modificaciones en el régimen de pesca. Respecto a las privatizaciones, siempre está la idea de incorporar capitales privados y no necesariamente que dejen de ser públicos, aunque no olvidemos, que el norte inicial del gobierno fue privatizar las 41 empresas públicas. Para febrero estarán las reformas laboral, educativa y tributaria
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