En la crianza moderna hemos tercerizado casi todo, incluso los límites. Hoy un montón de padres buscan la “mejor app de control parental”, como si una suscripción mensual pudiera reemplazar esos dos actos heroicos y anticuados llamados: decir que no y sostenerlo.
La ironía es sencilla: queremos que una aplicación frene lo que los adultos no nos animamos a frenar.
Y en el caso del celular, la ciencia es bastante menos ambigua que nosotros.
El dato duro: el cerebro infantil no está listo para un smartphone
La evidencia es consistente: mayor exposición a pantallas recreativas se asocia con peor sueño, menor atención, más impulsividad, dificultades socioemocionales y peor rendimiento académico. Y en la adolescencia, aumenta el riesgo de síntomas depresivos, ansiedad, problemas de autocontrol y conductas adictivas.
No hace falta dramatizar: basta con entender que un smartphone es un dispositivo diseñado para adultos con corteza prefrontal más o menos terminada. Los chicos no tienen esa ventaja neurológica.
6 a 12 años: el mejor control parental es no tener celular propio
“Puede sonar impopular, pero es científicamente sólido: entre los 6 y los 12 años, prohibir el celular propio no es un exceso, es cuidado.”
Tecnología sí, pero:
- en dispositivos compartidos,
- en espacios comunes,
- con tiempos acotados,
- y siempre con un adulto cerca.
Prohibir no es violencia: es cuidado preventivo.
12 a 18 años: postergar todo lo posible (y regular lo imposible)
A partir de los 12, aparece el clásico: “todos tienen”. Lo curioso es ver a adultos obedeciendo a un argumento de patio de escuela.
Acá el esquema sano es simple:
- Postergar la entrega del smartphone lo más que se pueda.
- Y si se da, que no sea un “toma y suerte”:
- horarios claros,
- nada de celular en dormitorio,
- redes acordadas y supervisadas,
- consecuencias explícitas.
No se trata sólo de horas de pantalla: se trata de con quién, para qué y bajo qué sostén adulto.
La trampa del software: la app no reemplaza a los padres
Las apps ayudan, sí. Filtran, bloquean, avisan. Muy útil.
Pero no hacen lo esencial:
- no acompañan,
- no educan,
- no previenen el grooming,
- no explican sexualidad,
- no se bancan el enojo del adolescente,
- no negocian reglas,
- no dicen “hasta acá”.
El verdadero control parental no está en la tienda de aplicaciones. Está en la presencia adulta.
Y un detalle clave: ambos padres deben estar de acuerdo
Nada confunde más a un niño que un padre poniendo límites y el otro socavándolos. La ciencia es clara: la incoherencia adulta es un factor de riesgo en sí mismo.
Antes de hablar con los hijos, los padres tienen que hablar entre ellos.
La idea central, reducida a una frase
Los controles parentales sirven, pero el verdadero control parental es vos, diciéndole a tu hijo:
“No, todavía no. Te acompaño. Estoy acá.”
Ese es el botón real de “Activar control parental”. Y todavía no lo inventaron en versión digital.
Un corte una quebrada, y la semana que viene volvemos con Habilidades Socioemocionales.






