Mientras la Constitución Nacional garantiza autonomía municipal, en la provincia de Buenos Aires los intendentes siguen siendo rehenes del poder central. Pero algunos municipios, con gestión y orden, logran autonomía de hecho y exponen las miserias del sistema.
Una autonomía que no existe
En la provincia de Buenos Aires, la palabra “autonomía municipal” es letra muerta. Aunque la Constitución Nacional la garantiza desde 1994, la provincia continúa operando bajo una Ley Orgánica de las Municipalidades de 1958, una norma preconstitucional que transforma a los municipios en simples sucursales de la gobernación.
Los intendentes no tienen capacidad legislativa real, carecen de autonomía financiera y están obligados a depender del visto bueno del gobernador para casi cualquier iniciativa relevante. Este no es un problema técnico: es un esquema de control político.
Kicillof y el modelo de la obediencia
Lejos de impulsar una modernización institucional, el gobernador Axel Kicillof ha reforzado el sistema feudal. Reparte fondos con lógica partidaria, administra obras como premios y castiga la autonomía con el látigo del ahogo financiero. Su modelo de gestión no promueve desarrollo: sostiene lealtades.
Esta lógica no es exclusiva de su mandato. El kirchnerismo ha hecho del centralismo su sello de fábrica: necesita municipios débiles, controlables, subordinados. Autonomía significa libertad, y la libertad es una amenaza para cualquier régimen que basa su poder en la dependencia estructural.
Gestión con autonomía de hecho
A pesar de las trabas legales, hay municipios que han logrado gestionar con autonomía de hecho gracias a una administración responsable y una visión estratégica. El caso de Vicente López es paradigmático: invierte en seguridad, tecnología e infraestructura sin depender de La Plata, gracias a finanzas ordenadas y un enfoque austero.
Lo mismo ocurre en San Isidro, que mantiene una política de baja presión fiscal e invierte con fondos propios en salud pública, o en Tres de Febrero, que impulsa planes de urbanismo, digitalización y desarrollo económico con independencia del aparato provincial.
Estos municipios prueban que cuando hay gestión seria, hay resultados. Pero también dejan en evidencia que el sistema actual castiga la eficiencia y premia la sumisión.
Una reforma que no puede esperar
La provincia necesita con urgencia una nueva Constitución que consagre de verdad la autonomía municipal. Una ley orgánica moderna, un régimen de coparticipación justo y transparente, y un pacto institucional que entierre para siempre el verticalismo autoritario.
El sistema actual es funcional al estancamiento. Sin municipios libres para decidir, planificar y administrar, no hay república, ni desarrollo, ni democracia plena.
La batalla por la autonomía municipal es una batalla por la libertad. Mientras el peronismo kirchnerista insista en sostener un modelo feudal, el futuro de la provincia seguirá secuestrado. Soltar las manos de los municipios es el primer paso para liberar a Buenos Aires del atraso estructural que impide su crecimiento.






