En tiempos donde las series más vistas nos sacuden con imágenes crudas, historias desgarradoras y finales abiertos que nos dejan una mezcla de desasosiego y reflexión, vale la pena preguntarnos: ¿necesitamos siempre el espanto para pensar? ¿Por qué lo positivo, lo esperanzador y lo profundamente humano no despierta el mismo fervor colectivo?
La reciente serie Adolescencia, por ejemplo, ha generado un impacto mundial sin precedentes. Y es lógico: refleja con maestría y realismo los problemas actuales de los jóvenes, sus heridas, sus excesos, su soledad. Es, sin duda, una gran serie. Pero también es cierto que el debate que genera, por más encendido y viral que parezca, muchas veces termina en nada. Duele, remueve, pero no transforma.
Quizá sea hora de explorar otro camino. Uno donde no sea el horror el que nos obligue a frenar, sino los valores los que nos impulsen a cambiar. Y en ese sentido, hay una joya que merece ser descubierta —o redescubierta—: Todo en Familia (Parenthood), una serie que se mete de lleno en el corazón de lo que significa ser parte de una familia.
Aquí no hay superhéroes ni villanos. Hay padres con dudas, hijos que buscan su lugar, hermanos que se quieren y se enfrentan, adolescentes con preguntas y abuelos que intentan seguir siendo pilares. Hay errores, enojos, reconciliaciones. Pero, sobre todo, hay amor. Del de verdad. Del que acompaña, sostiene y enseña sin necesidad de sermonear.
Todo en Familia no idealiza nada. Sus personajes son tan reales que duelen y enternecen al mismo tiempo. Y esa es su mayor virtud: nos hace ver que no necesitamos ser perfectos para ser una buena familia. Basta con quererse, protegerse y sacar lo mejor de cada uno, aún en medio de las tormentas.
Es una serie que conmueve sin gritar. Que emociona sin escenas extremas. Que enseña sin subrayar. Y que, sin darnos cuenta, nos deja pensando en lo que podríamos ser si pusiéramos un poco más de ternura en nuestra vida cotidiana.
Tal vez no genere trending topics. Tal vez no dé para miles de hilos de Twitter o TikToks virales. Pero Todo en Familia tiene algo mucho más valioso: la capacidad de reconciliarnos con lo esencial. De recordarnos que, a pesar de todo, vivir en una familia —con sus luces y sus sombras— sigue siendo uno de los mayores tesoros que podemos tener.
Te invito a verla. A emocionarte. A llorar (porque sí, vas a llorar). Pero también a sonreír, a identificarte y, por qué no, a reencontrarte con lo que realmente importa. Ojalá alguna vez sea el amor el que genere un debate mundial. Mientras tanto, Parenthood nos regala una certeza: aún hay historias que, desde lo positivo, pueden cambiarnos la vida.
Fundación Padres / IG adriandallastaok






