André Breton, nacido el 19 de febrero de 1896 en Tinchebray, Francia, fue mucho más que un poeta y teórico del arte: se convirtió en el alma y la conciencia del movimiento surrealista, una corriente que redefinió los límites de la creatividad y la percepción artística del siglo XX.
Desde temprana edad, Breton mostró un interés profundo por la literatura y la psicología, influencias que más tarde confluirían en su trabajo revolucionario. Durante la Primera Guerra Mundial, sirvió en hospitales psiquiátricos, experiencia que lo acercó a las teorías del subconsciente de Sigmund Freud. Esta fascinación por los mecanismos del sueño y el pensamiento libre se cristalizó en 1924 con la publicación del “Manifiesto Surrealista”, donde Breton definía el surrealismo como “automatismo psíquico puro”.

A lo largo de su carrera, Breton no solo escribió poemas y ensayos, sino que también desempeñó un papel crucial como mentor y catalizador de la vanguardia artística. Su capacidad para reunir a artistas, escritores y pensadores dispares bajo la bandera del surrealismo ayudó a consolidar un movimiento que trascendió fronteras y disciplinas.
No obstante, su figura también generó controversia. Conocido por su rigidez ideológica, Breton expulsó a varios miembros del movimiento por desviarse de los principios surrealistas, lo que le valió tanto admiración como críticas.
El legado de André Breton persiste en el arte contemporáneo, la literatura y el cine. Su defensa inquebrantable de la libertad creativa y su búsqueda incansable de una realidad más allá de la apariencia superficial continúan inspirando a generaciones de creadores.

En Argentina, el surrealismo tuvo una influencia significativa en el ámbito artístico y literario. Artistas como Juan Batlle Planas y escritores como Aldo Pellegrini fueron exponentes destacados del movimiento, adaptando sus principios a la identidad cultural local. A lo largo de las décadas, el surrealismo argentino ha evolucionado, manteniendo su esencia en la obra de creadores contemporáneos que exploran lo onírico y lo irracional en distintas disciplinas.

En el año 1966, el mundo perdió a este visionario, pero su obra y su espíritu revolucionario permanecen vivos, recordándonos que el arte, en su forma más pura, es una puerta abierta a lo maravilloso.