Eso es parte de lo que ocurrió en esta última semana en el Ministerio de Salud.
Mario Lugones, el flamante ministro que reemplazará a Mario Russo, ya manejaba la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), el PAMI, la Anmat, y el Incucai, a través de funcionarios que habían sido designados bajo su supervisión.
Mario Lugones, presidente de la Fundación Sanatorio Güemes, es socio de Luis Barrionuevo, Julio Comparada, ex presidente de independiente, y del inoxidable Enrique “Coti” Nosiglia.
Además, es el padre de Rodrigo Lugones, quien es el socio de Santiago Caputo en la consultora que tienen.
Santiago Caputo y Mario Lugones, son quienes manejan el Ministerio. Los que tienen el poder de decisión real.
El jueves a la tarde, se reunieron en gobierno Guillermo Francos con quien entonces era el titular de la cartera, Mario Russo. El jefe de gabinete lo quiso convencer, fiel a su estilo, diciéndole que tenía el aval del propio presidente para continuar al frente del ministerio.
El ministro dijo que no podía continuar porque lo habían intervenido a través de la secretaria de Gestión Administrativa María Cecilia Loccisano, y del secretario de Acceso y Equidad en Salud Pablo Enrique Bertoldi. La gota que derramó el vaso, fue por las vacunas contra el dengue. Pero el vaso ya estaba lleno.
Francos le propuso sumar a la reunión a Santiago Caputo, quien ostenta el poder real del gabinete junto a la Secretaria general, Karina Milei. El encuentro fue muy breve. El destino de Russo estaba marcado.
Además, Russo estaba jugando en tándem con Pettovello. Desde un primer momento, la funcionaria se negó a la incorporación de Salud bajo su órbita, por la intervención que había en el organigrama por parte de Lugones. Eso se lo había comunicado a Russo en su momento, y a Milei.
La ministra continúa en su sillón por ser amiga de Milei. Todavía, allí, las recomendaciones de Caputo no han podido hacer mella en la relación personal que tienen el presidente y la ministra de Capital Humano, aunque esté pasando su peor momento en la gestión. Ahora además, se suma como par, otro ministro con el que se lleva muy mal.
Como decíamos, uno de las terminales de Lugones, es la Superintendencia de Servicios de Salud, que la controla a través de Gabriel Oriolo, ex gerente de sistemas de OSDE.
Oriolo, que tiene que controlar las prepagas, fue denunciado por la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores, por intervenir la Obra Social del Personal Rural y Estibadores de la República Argentina (Osprera), en connivencia con el diputado libertario Pablo Ansaloni, quien perdió la última elección con el actual secretario José Voytenco.
“…Con el fin de desplazar ilícitamente a las legítimas autoridades de la Osprera y hacerse el control de la obra social en violación a la sentencia que reconoce el derecho de la UATRE a designar las autoridades del Consejo Directivo…” dice la denuncia.
Ansaloni quedó envuelto en un escándalo y dijo que Macri lo había perseguido. Hace poco menos de un mes, una fuente de gobierno aseguraba que el diputado era uno de los “echables”, junto a Arrieta, Bonacci, y Pagano.
Nadie da puntada sin hilo, y cada hecho que ocurre, viene concatenado con uno previo.
Por otro lado, Lugones también controla la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), donde designó a dos antiguas funcionarias del organismo, la administradora Agustina Bisio y la subadministradora Enriqueta María Pearson.
En el PAMI, la obra social de los jubilados, Lugones nombró a Esteban Leguizamo, que era director de la Unidad de Gestión Local de PAMI en CABA en la gestión de Luana Volnovich.
Como se ve, el nuevo Ministerio, ahora funcionará con la luz prendida, ya que antes era manejado en las sombras.
En esta semana se van a dar dos hechos muy importantes, que pueden marcar un quiebre en la relación del gobierno con una parte de sus votantes.
Milei tiene hasta el próximo 3 de octubre para vetar el presupuesto universitario. La marcha del día miércoles, promete ser multitudinaria.
La oposición intenta sacar provecho de esta disputa, ya que por ahora sigue inmersa en la confusión entre lo que fue y lo que pretende ser, para volver a ponerse competitiva para la próxima elección.
Esta semana el senador Eduardo Wado de Pedro, en el marco de una autocrítica que estaba haciendo y en clave de interna partidaria, dijo que en 2015 el ministro de economía “no hablaba con los empresarios”, en obvia alusión al mal manejo que tenía Kicillof al frente de la cartera.
La pregunta que cabe hacerse entonces, y que nadie ha hecho es: ¿Cristina Kirchner no sabía que esto sucedía? Por acción u omisión la presidenta era corresponsable del desmanejo de un área tan sensible del gobierno. En el barrio se decía que nunca hay que escupir para arriba.
El gobernador de la Provincia se muestra cada vez mas activo para lo que será la primer pelea en 2025 en la Provincia de Buenos Aires. Allí no tendrá solo la disputa con los libertarios-PRO, sino que tendrá en primer término, la pelea por el uso de la lapicera para el armado de las listas con La Cámpora que conduce Máximo Kirchner. La relación entre ambos, por ahora está congelada.
Kicillof comenzó a pedir, al mejor estilo de Néstor y de Cristina, que los dirigentes empiecen a mostrar su lealtad para saber de que lado están.
Por ahora, algunos hacen equilibrio para no tener que definir su posición, y tratan de participar en los actos que hacen ambos sectores. En el acto de Máximo, se tomaba lista de presentismo.
El radicalismo provincial va a elecciones el próximo fin de semana. Allí puede llegar a definirse parte del posicionamiento que tendrá el partido en los próximos meses. Todo hace suponer que el actual presidente Maxi Abad, impondrá al intendente Miguel Fernández, ante el candidato de Manes y Lousteau.
El PRO juntó a su tropa en Pergamino, pero por ahora no hay juego estipulado. La dirigencia está perdida y sin rumbo. La Libertad Avanza… sobre el partido amarillo.
Por último, por ahora, así como está el decreto para que Aerolíneas Argentinas sea pasible de privatización, no hay número para que salga en el Congreso. Sturzenegger ya tiene un Plan B. Ese plan, incluye cederle la empresa a los empleados, ya que no necesitaría la aprobación parlamentaria.