Por Lic. Adrián Dall’Asta
El descanso adecuado es vital para el desarrollo físico y mental de niños y adolescentes. Sin embargo, hoy en día, un número alarmante de jóvenes está enfrentando dificultades para dormir la cantidad de horas recomendadas.
El sueño, que juega un papel esencial en la consolidación de la memoria, la regulación emocional y el crecimiento, ha sido interrumpido por una serie de factores contemporáneos. Aquí te explicamos las causas más habituales de esta problemática:
1. Exposición excesiva a pantallas
La tecnología se ha convertido en una parte integral de la vida diaria de niños y adolescentes. Sin embargo, el uso excesivo de dispositivos electrónicos, como teléfonos, tabletas y videojuegos, especialmente antes de dormir, afecta negativamente la calidad del sueño. La luz azul que emiten las pantallas interfiere con la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, provocando que los niños se mantengan despiertos más tiempo y tengan un descanso fragmentado.
2. Sobrecarga de actividades extracurriculares
Hoy, muchos niños y adolescentes tienen agendas tan ocupadas como las de los adultos. Clases de deportes, música, idiomas, y otras actividades extracurriculares, sumadas a las exigencias académicas, pueden extender sus días hasta altas horas de la noche. El estrés asociado con cumplir con todas estas responsabilidades contribuye a dificultades para relajarse y conciliar el sueño a tiempo.
3. Ansiedad y estrés
El aumento de la presión social y académica, sumado a la incertidumbre y cambios rápidos del entorno, genera altos niveles de ansiedad en niños y adolescentes. La ansiedad no solo impide conciliar el sueño, sino que también provoca despertares nocturnos y un sueño poco reparador. Los adolescentes, en particular, suelen experimentar mayores preocupaciones por el rendimiento académico, la vida social y el futuro, lo que afecta significativamente sus hábitos de sueño.
4. Alteraciones en el ritmo circadiano
Los adolescentes, biológicamente, tienden a tener un ciclo de sueño retrasado, lo que significa que naturalmente se sienten más despiertos durante la noche y tienen dificultad para madrugar. Este desfase entre el reloj biológico y los horarios escolares impide que duerman lo suficiente. El problema se agrava cuando intentan compensar la falta de sueño entre semana durmiendo más los fines de semana, lo que desajusta aún más su ciclo circadiano.
5. Ambiente inadecuado para el sueño
El entorno físico también juega un papel importante en la calidad del descanso. Muchos niños duermen en habitaciones con demasiada luz o ruido, o en camas incómodas. La falta de un ambiente tranquilo y oscuro, que favorezca la relajación, puede interrumpir el sueño o hacer que sea más difícil conciliarlo.
6. Mala alimentación y consumo de estimulantes
El consumo de alimentos ricos en azúcar, cafeína (presente en algunas gaseosas y bebidas energéticas), o comidas pesadas antes de dormir puede causar dificultades para conciliar el sueño. Los niños y adolescentes que consumen estos alimentos suelen tener un sueño interrumpido y de mala calidad. Es importante que los padres presten atención a la dieta de sus hijos y fomenten hábitos alimenticios saludables, sobre todo en las horas previas al descanso.
¿Qué pueden hacer los padres?
Establecer una rutina de sueño: Crear horarios regulares para ir a la cama y levantarse puede ayudar a que los ritmos circadianos se estabilicen.
Limitar el uso de pantallas antes de dormir: Apagar dispositivos electrónicos al menos una hora antes de acostarse es clave para mejorar la calidad del sueño.
Crear un ambiente propicio para el descanso: Las habitaciones deben ser tranquilas, oscuras y con una temperatura adecuada.
Fomentar el ejercicio y la relajación: El ejercicio físico regular puede ayudar a liberar la energía acumulada, pero debe realizarse con suficiente tiempo antes de dormir para no sobreestimular el cuerpo.
El descanso es uno de los pilares fundamentales para el bienestar de niños y adolescentes. Asegurarse de que estén durmiendo lo necesario es clave para su desarrollo integral. Como padres, estar atentos a estas señales y hacer ajustes en el estilo de vida familiar puede marcar una gran diferencia en la salud y el futuro de nuestros hijos
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