El verano, con su promesa de sol, descanso y tiempo libre, es una época esperada por muchos, especialmente por los jóvenes que buscan desconectar de las rutinas escolares o laborales. Sin embargo, esta estación también puede convertirse en un momento propicio para el inicio de conductas de riesgo, como el consumo de alcohol y marihuana. En estas líneas me permito algunas líneas que nos ayuden a reflexionar sobre las razones detrás de este fenómeno y cómo podemos abordarlo desde una perspectiva preventiva y educativa.
Factores de riesgo en verano
El verano trae consigo una serie de cambios en las rutinas cotidianas que, aunque bienvenidos, también pueden incrementar el riesgo de consumo de sustancias. Entre los factores más destacados encontramos:
- Mayor tiempo libre: La ausencia de obligaciones escolares o laborales deja a los jóvenes con más tiempo para socializar, explorar nuevas experiencias y, en algunos casos, experimentar con sustancias.
- Eventos sociales y fiestas: Los encuentros en la playa, los festivales de música y las fiestas nocturnas son escenarios frecuentes donde el consumo de alcohol y otras sustancias se normaliza o incluso se fomenta.
- Presión social: El deseo de encajar en un grupo o participar plenamente en la “diversión” puede llevar a muchos jóvenes a ceder ante la presión de sus pares. En general este suele ser el factor más influyente a la hora del inicio del consumo.
- Percepción de menor riesgo: En un ambiente relajado y festivo, es común que se minimicen los riesgos asociados al consumo de sustancias, como los accidentes, la dependencia o los problemas legales. Atención PADRES!!!!!! porque este también es un factor de alto riesgo.
Alcohol y marihuana: las sustancias más comunes
El alcohol sigue siendo la sustancia más consumida por los jóvenes durante el verano. Su disponibilidad, aceptación social y la percepción de que “no es tan peligroso” contribuyen a su consumo generalizado. Por otro lado, el consumo de marihuana también ha ganado terreno, influenciado por la normalización cultural.
Ambas sustancias pueden tener un impacto significativo en el cerebro en desarrollo de los adolescentes y jóvenes adultos. El consumo de alcohol en exceso puede llevar a intoxicaciones, accidentes y conductas de riesgo, mientras que la marihuana puede afectar la memoria, la concentración y la capacidad de toma de decisiones.
Prevención: ¿qué podemos hacer?
Ante este panorama, es fundamental adoptar un enfoque preventivo que involucre a las familias, las instituciones educativas, las comunidades y los propios jóvenes. Algunas estrategias incluyen:
- Educación temprana: Hablar abiertamente sobre los riesgos del consumo de sustancias y fomentar una comunicación fluida en el ámbito familiar.
- Alternativas de ocio saludable: Organizar actividades recreativas, deportivas y culturales que permitan a los jóvenes disfrutar del verano sin recurrir al consumo de sustancias.
- Límites claros: Establecer normas claras en el hogar respecto al consumo de alcohol y otras sustancias, acompañadas de explicaciones razonadas.
- Participación comunitaria: Las campañas de sensibilización y los programas comunitarios pueden ser herramientas poderosas para cambiar las percepciones y reducir el consumo.
Un verano consciente
El verano no tiene por qué convertirse en un trampolín hacia el consumo de sustancias. Con la información adecuada, el apoyo familiar y comunitario, y la promoción de alternativas saludables, es posible transformar esta época del año en un momento de crecimiento, aprendizaje y disfrute pleno. Recordemos que el verdadero espíritu del verano está en las experiencias que nos enriquecen y nos conectan con nosotros mismos y con los demás, sin necesidad de recurrir a sustancias que nublen nuestro juicio o comprometan nuestro bienestar.
IG adriandallastaok