Por Lic. Adrián Dall’Asta
Es importante que, además del colegio donde van a realizar sus estudios, el deporte que van a hacer o el idioma que van a estudiar, incorporemos un ítem más: la prevención del consumo de drogas en nuestros hijos.
No podemos delegarle al estado o a la escuela que lo haga por nosotros, es nuestra responsabilidad.
Lamentablemente los adolescentes y jóvenes se enfrentarán tarde o temprano al ofrecimiento, o la inquietud respecto del consumo de drogas, es importante entonces que enfrenten esta situación preparados y fortalecidos desde sus hogares, y con la decisión de decirle “NO” a las drogas. Pero este “NO” debe estar fundamentado y construido con la ayuda y contención de sus padres.
La familia es de gran importancia en la prevención, porque en su seno es donde se dan las bases de la educación, de la formación de la personalidad de los hijos y desde donde se establecen las relaciones con el exterior.
Si nuestros hijos reciben una educación sólida, desarrollan una personalidad adecuada y se relacionan bien con su entorno (estudios, trabajo, amigos, etc.) estarán preparados para enfrentar su vida sin drogas y podremos construir una sociedad menos problematizada por este flagelo.
1.- ¿A qué llamamos drogas?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como droga a “toda sustancia que introducida en un organismo vivo puede modificar una o varias de sus funciones”, alterando los pensamientos, emociones, percepciones y conductas en una dirección que pueda hacer deseable repetir la experiencia, pudiendo provocar mecanismos de tolerancia y dependencia.
A partir de esta consideración, podemos ver que hay drogas legales como el alcohol, nicotina, pegamentos, psicofármacos y drogas ilegales como los derivados del cannabis (marihuana, hachis, etc.), los derivados de la coca (cocaína, paco, pasta base, crack, etc.), los opiáceos (heroína, morfina, etc.) inhalantes y drogas sintéticas (LSD, Éxtasis, poppers, GHB, etc.).
2.- ¿A qué llamamos adicción?
Según el diccionario “Adicción” significa “Dependiente”.
En la Roma Imperial, a los esclavos se los llamaba “adictum” (adicto). Eran las personas que debido a una deuda que poseían y al no poder pagarla, se les quitaba todo lo que tenían, eran descastados, quedaban sin identidad y pasaban a ser esclavos de su acreedor.
Por eso, lejos de plantear el consumo como algo liberador, nos encontramos con adictos recuperados que expresan que su etapa de consumo era una cárcel sin barrotes.
También Adicción significa lo no dicho, lo no expresado.
La palabra Dicción significa modo de hablar, por lo tanto, la palabra Adicción significa la negación de esto, o sea, lo no hablado. Por lo tanto, podemos afirmar que un adicto es aquella persona que en lugar de hablar sobre lo que le ocurre, lo expresa a través del acto de drogarse, mediante su consumo “dice”.
Para entender mejor podemos distinguir cuatro niveles diferentes del consumo de drogas, experimentación, uso, abuso y adicción.
- Experimentación: En este caso la persona, guiada por la curiosidad, por la presión de sus amigos se anima a probar una droga, pudiendo posteriormente continuar el consumo o interrumpirlo.
- Uso: El compromiso con la droga es bajo. Se consume los fines de semana y en oportunidades casuales. No existe deterioro laboral, social o familiar. No presenta episodios de intoxicación. El consumidor sólo busca un cambio de sensaciones. De todas formas, como toda droga genera dependencia física o psíquica progresivamente el sujeto necesita más de la sustancia y puede pasar al nivel de abuso. En esta etapa es muy difícil para las familias darse cuenta, por eso es importante observar cambios mínimos.
- Abuso: El uso se hace regular durante la semana con posibles episodios de intoxicación. La droga va dirigiendo progresivamente la vida de una persona. El deterioro escolar, laboral, social y familiar se hace más evidente. Su estado de ánimo es cambiante, llevando una vida doble, por un lado, una vida cotidiana común y otra adictiva y desconocida por parte de sus familiares y amigos.
- Adicción: En esta etapa la persona vive por la droga y para la droga, debido a que la búsqueda de la sustancia se realiza en forma obsesiva y compulsiva. Hay prácticamente imposibilidad de realizar abstinencia existiendo un compromiso orgánico con riesgo de alteraciones en su sistema inmunológico. En esta etapa pueden aparecer otras conductas de riesgo como: accidentes delitos, peleas, promiscuidad sexual, etc.
3.- ¿A qué llamamos tolerancia?
Es sinónimo de hábito. Es el estado por el cual las células del organismo se protegen de las sustancias tóxicas. Es un proceso de adaptación orgánica a una droga repetidamente administrada, por el cual requiere una dosis cada vez más elevada de la misma para obtener similares efectos. Una droga produce tolerancia cuando es necesario ir aumentando progresivamente la cantidad consumida para experimentar los mismos efectos.
4.- ¿Cuál es la causa del consumo de droga?
Las personas consumen drogas para alterar su estado de ánimo, son un gran anestésico, para no sentir, tan simple y complejo como eso.
Muchas veces cuando les preguntamos a los jóvenes ¿Por qué te alcoholizas los fines de semana? o ¿Por qué fumas porros? Las respuestas son casi siempre las mismas: “para divertirme”, “para pasarla bien”, “me desinhibe”, etc. Alguien podría decir: “Ah, es un “consumo recreativo”, mientras no pase a un “consumo problemático, no pasa nada”.
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Los años que llevo en contacto con consumidores de droga, me permiten afirmar que todos los consumos son problemáticos, porque aún estas respuestas encierran un mensaje que denota un problema.
Los jóvenes nos están reconociendo que, para divertirse, pasarla bien, o desinhibirse, necesitan una sustancia que altere su estado de ánimo, es decir que en estado natural no logran encontrar algo que los satisfaga. Recordemos que a través de ese consumo nos están diciendo algo.
Todos comienzan a consumir para “pasarla bien”, nadie quiere terminar siendo adicto, pero algo que comenzó inocentemente o como un consumo social puede terminar convirtiéndose en un verdadero infierno.
Esto se da por varias razones, pero voy a mencionar dos. La primera es que cuando el individuo se da cuenta de que la sustancia le “resuelve los problemas” (baja autoestima, timidez, no encajar en el grupo, tristeza, angustia, aburrimiento, soledad, etc.) va a incurrir en el consumo como forma de escaparle a estas situaciones y la segunda es que las sustancias provocan tolerancia.
En un momento se creía que las adicciones eran causadas exclusivamente por el deseo de evitar la abstinencia. Esa concepción dio origen a los programas de desintoxicación breves, en los que se hacía que el paciente se abstuviera de ingerir drogas y a los pocos días se lo enviaba a casa “curado”. Se pensaba que lo único que tenía que hacer un adicto era dejar de usar la droga y completar el proceso de abstinencia, y que con eso habría superado la adicción.
Ahora sabemos que recuperarse de una adicción demanda mucho más que simplemente interrumpir la conducta habitual. Tiene relación con cambiar de estilo de vida y de actitud, más que con ninguna otra cosa.
¿Cuál es, entonces, el denominador común en cada caso de adicción? No es una sustancia química en particular, ni el hecho de que ésta ocasione síntomas de abstinencia, ni el modo en que afecta el cerebro. Todos estos factores varían considerablemente de una adicción a otra. Pero lo que está presente en todos los casos de adicción, es el adicto. Es nuestro “malestar” interior lo que nos hace tan vulnerables a las adicciones, y no las sustancias o actividades mismas.
La verdadera causa de la adicción reside dentro de nosotros. Es el individuo el que va hacia las drogas y no al revés.
Algunos padres, cuando se enteran del consumo de drogas en sus hijos, ponen la mirada en el afuera, las “malas juntas” como si la responsabilidad fuera del otro.
5.- Factores de riesgo
Las investigaciones han demostrado que ciertos factores de los individuos elevan el riesgo de consumir drogas, mientras que otros elevan la resistencia.
Veamos algunos:
5.1- Factores de riesgo individuales
5.1.1.- La edad: Muy pocas personas empiezan a fumar o prueban el alcohol después de los veinte años.
La adolescencia es un momento evolutivo de gran cambio. Hasta ese momento la conducta del niño tendría que estar condicionada por los padres, de ellos tendrían que provenir:
- Los modelos.
- Las normas.
- Las motivaciones que moldean la conducta.
A medida que se aproxima la adolescencia y el proceso de autonomía e independencia, este papel modelador de la conducta va siendo asumido por el grupo de amigos.
En ese contexto es donde suele iniciarse el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas. A medida que el consumo es reforzado socialmente por el grupo, y si ese consumo es señal de identidad o condición para pertenecer al grupo, el consumo se hace más probable.
Cuanto antes se inicie el consumo, más probabilidades existen de desarrollar problemas asociados al mismo y más difícil será su abandono.
5.1.2 ̈Repertorio ̈ del adolescente: que es el constituido por los recursos o destrezas que se adquieren a través de la interacción con el entorno y la influencia de modelos.
Este ̈repertorio ̈ lo podemos resumir así:
- Habilidades de relación social.
- Habilidades para resistir la presión de grupo.
- Habilidad para tomar decisiones y resolver problemas.
- Estilos de diversión y utilización del tiempo libre.
Está comprobado que los adolescentes que consolidan el consumo de drogas son más deficitarios de estos recursos que los que no lo hacen.
5.1.3.- Percepción que el adolescente tiene de sí mismo y de sus capacidades para afrontar situaciones. Cuando un individuo cuenta con recursos personales suficientes es probable que se enfrente con éxito a distintas situaciones, lo que genera expectativas de autoeficacia, algo similar a la seguridad en uno mismo.
5.1.4.- Otras pautas que se han encontrado como predictivas del consumo de drogas:
- Conductas agresivas.
- Hiperactividad.
- Rebeldía.
- Pobre autocontrol.
- Anti-sociabilidad.
- Búsqueda de sensaciones nuevas.
- Desacuerdos con las normas.
- Fracaso escolar.
- Creencias sobre las sustancias, sus efectos, y cantidad de gente que
consume.
5.2. Factores de riesgo familiares
Es en su seno donde se adquieren y consolidan los ̈repertorios ̈ para afronta la vida.
5.2.1.- Consumo por parte de los padres: Los padres actúan como modelo de conducta para sus hijos.
5.2.2.- Falta de habilidades educativas:
- Para controlar la conducta.
- Para establecer límites y normas.
- Para reforzar conductas positivas.
- Para castigar conductas negativas.
En la actualidad los adolescentes tienden a:
- Reclamar mayor grado de autonomía.
- Oponerse más claramente a la autoridad.
- Experimentar más conductas de riesgo.
- Saber mucho sobre drogas.
Esto produce en los padres:
- Incertidumbre.
- Inseguridad.
5.2.3.- Estilos educativos:
- Sobreprotector: Niega la posibilidad de ejercer autonomía y de afrontar errores.
- Autoritario: induce a vivenciar con miedos las consecuencias del error.
- Permisivo: impide aprender a convivir con límites y a funcionar con metas largo plazo.
5.2.4.- Ambiente familiar desagradable:
- Frecuentes peleas y tensiones.
- Frialdad en la relación.
- Falta de comunicación.
- Desacuerdos de pareja.
Por el contrario:
- Los vínculos afectivos.
- El apego.
- La buena comunicación.
- El equilibrio emocional.
Son factores de protección contra el consumo de drogas y en general de las
conductas problemáticas.
5.3.- Factores de riesgo asociados al entorno
Presión de grupo: no existe adolescencia sin grupo, por ello la “presión de grupo” es una influencia poderosa sobre el comportamiento de los miembros.
La interacción entre la droga y el individuo no ocurre en una campana de cristal, tiene lugar dentro de un contexto complejo que sin duda modula y condiciona.
Los primeros consumos de tabaco, alcohol u otras drogas siempre tienen lugar dentro del grupo de amigos (no es el narco el que le da la droga por primera vez) porque:
- Se obtiene reconocimiento.
- Se afirma la sensación de pertenencia.
Será más probable el abuso en la medida que el adolescente carezca de ̈repertorio ̈ para afrontar la presión.
Cuando nos sentimos afectivamente seguros y valorados mantenemos una autoestima alta, tomamos decisiones sin considerar tanto la aprobación de los demás y nos comportamos de un modo más autónomo y menos influenciable.
6.- ¿Debemos hablar sobre drogas con nuestros hijos?
Especialmente al comienzo de la adolescencia resulta muy oportuno dialogar sobre las drogas. Los adolescentes conocen las drogas por sus amigos, las redes sociales, por curiosidad, etc. Por lo tanto, no tiene sentido ignorar esta experiencia y es preciso apoyarnos en ella para construir una actitud firme de rechazo a los usos de drogas.
Este diálogo abierto es conveniente que se oriente en dos direcciones:
- Desafiar, en primer lugar, los mitos y las informaciones erróneas que nuestros hijos poseen sobre las drogas, tales como que, son inofensivas, que se pueden controlar, que pueden ayudar en algunas ocasiones, etc.
- En segundo término, explicar claramente, sin exageraciones ni demonizaciones, las razones por las que no deben consumir: los peligros asociados, las normas y leyes que las prohíben, su incompatibilidad con el estudio, deporte, trabajo y el adecuado proceso madurativo.
Claro que para poder desmitificar y explicar, los padres deben ser los primeros en instruirse, sino quedarán atónitos y descolocados ante el “conocimiento” que traen sus hijos de la calle. Muchos padres tienen reparos en conversar con sus hijos sobre el uso del alcohol y las drogas. Algunos de nosotros no creemos que nuestro hijo pueda verse involucrado en el uso de drogas. Otros padres no conversan con los hijos sobre el tema porque no saben qué decir o cómo decirlo, o tienen miedo de poner ideas en la mente del hijo.
No esperemos hasta sospechar que nuestro hijo tiene un problema. Muchos jóvenes que están en programas de rehabilitación manifiestan haber consumido drogas por lo menos por espacio de dos años antes de que sus padres lo supieran.
Comencemos temprano a hablarle del alcohol y otras drogas, y mantengamos abiertas las líneas de comunicación. No tengamos miedo de confesar que no tenemos todas las respuestas. Hagamos saber a nuestros hijos que estamos preocupados, y que podemos tratar juntos de encontrar esas respuestas.
7.- ¿Cómo evitar el consumo de drogas en nuestros hijos?
Si tenemos en cuenta que las estadísticas indican que el promedio de edad de inicio en el consumo de alcohol es de 13 años y el inicio en drogas ilegales es de 14 años, debemos comenzar con la prevención muchos años antes y no esperar a ver los “primeros consumos” para comenzar a prevenir.
Hoy en día el consumo de alcohol y otras drogas se ha extendido considerablemente. Sin embargo, es posible realizar con éxito acciones que tiendan a la prevención. La familia es un espacio privilegiado para realizar dichas acciones.
Algunos Consejos:
- Dialogue constantemente con sus hijos, interésese por sus necesidades y bríndeles constantemente compresión, afecto y apoyo.
- Dialogar es también escuchar, por lo tanto, no monopolice la conversación. Infórmese respecto de las drogas para poder educar a sus hijos y poder contestar sus preguntas.
- Conozca a los amigos de sus hijos. La presión de grupo es una de las causas principales para comenzar a experimentar con drogas.
- Establezca límites en las horas en que debe regresar al hogar.
- Vigile el dinero que le proporciona y en qué lo gasta.
- Sepa decir NO. Enséñele a su hijo el concepto de límite. No confunda afecto con permisividad. Evite posturas autoritarias o excesivamente permisivas. Ni amiguismo ni autoritarismo.
- Su discurso debe ser coherente con su accionar, su hijo no aceptará:
“haz lo que yo diga y no lo que yo hago.”
- Genere en su hogar atractivos para que su hijo desee estar en él y que sea el ámbito de consulta para sus inquietudes.
- Sea un buen modelo o ejemplo: es muy difícil establecer normas preventivas si los padres abusan de alcohol, psicofármacos u otras drogas.
- Usted no podrá impedir que sus hijos estén expuestos al contacto con la droga y alcohol. Por eso es importante inculcar normas familiares que ayuden a su hijo a decir que NO.
- Eleve la autoestima de su hijo. Sólo así podrá enfrentar la presión de sus compañeros.
- Impulse y apoye las iniciativas que hagan que se involucre en actividades culturales, deportivas, recreativas, para favorecer las relaciones grupales y aprender a competir sanamente.
- Inculque desde pequeño que el uso de medicamentos sólo está reservado a los enfermos.
- Desmitifique los efectos sexuales de la droga.
- No involucre a sus hijos en sus problemas conyugales. No tome como aliado a su hijo para hablar mal o desautorizar a su cónyuge. En las grietas que dejan los padres se filtra la droga.
- Demuéstreles que en su pareja hay apoyo mutuo en esto de ser padres. Aún los padres separados pueden mostrar acuerdos como padres.
- El amor transmitido con un beso, un abrazo o una caricia significa mucho más para su hijo que él último electrónico que le regale. Aunque no se lo diga.
- Transmita valores de vida como responsabilidad, honestidad, respeto, solidaridad, amistad. Esa es la mejor herencia que le puede dejar.
- Su hijo es un ser único e irrepetible. Por lo tanto, no busque que se le parezca. Demuéstrele que usted sabe pedir ayuda cuando lo necesita, eso le enseñará lo que es la humildad y lo alejará de la soberbia.
- No deje que sus ocupaciones lo absorban completamente. Procure
tener siempre tiempo para sus hijos.
8.- Si confirmo que mi hijo se droga, ¿Qué hago?
Si observamos comportamientos extraños, u otros indicios que nos hacen pensar que puede estar consumiendo drogas, y llegar a saber si la sospecha es real o no, ustedes pueden:
- Observar a su hijo, estar al tanto de sus actitudes, conocer a sus amigos, etc.
- Hablar claramente con él sobre su sospecha. Seguramente la primera reacción será la de negar que tiene algún problema con las drogas.
Usted deberá mantenerse firme.
Una vez que tiene la certeza de que su hijo consume algún tipo de drogas, debido a que:
- Él les ha pedido ayuda espontáneamente.
- Se lo ha confirmado al preguntárselo ustedes.
- Tiene la evidencia por haberle visto consumiendo.
- Ha encontrado drogas en sus pertenencias. (va a negar que sea de él)
- Tienen el resultado positivo de algún análisis de laboratorio.
Deben hacer dos cosas:
- Hablar con él. (le prometerá que no lo va a hacer más)
- Detener el consumo.
- DEBE HACER UN TRATAMIENTO. Se debe consultar con un profesional o institución especializada que oriente sobre qué hacer.
Hacemos hincapié en “especializado” debido a que no cualquier profesional puede abordar este tema. Se le realizará un diagnóstico y se indicará, de acuerdo a la gravedad del caso, el tipo de tratamiento a seguir, este podrá ser ambulatorio o internación.
Hablemos de la MARIHUANA
La marihuana proviene de la planta CANNABIS SATIVA, de origen asiático, cuyo ingrediente activo es un producto químico conocido como THC. El humo de la marihuana contiene más elementos cancerígenos que el del tabaco. La marihuana actual tiene mayor concentración de ingredientes activos e impurezas, por tanto su uso puede resultar más riesgoso que la utilizada en los años 60. En aquellos años el agente activo, THC, era de alrededor del 3 al 5 %, la marihuana en uso actualmente, tiene un nivel de THC de hasta el 20%. La resina concentrada del cannabis es conocida como hachís. La vía más común de su uso es en forma de cigarrillos, llamados vulgarmente “porros”.
¿Qué riesgo implica su uso?
Lamentablemente el incremento del consumo se ha cimentado en base a algunos discursos que aseguran que la Marihuana es una “droga blanda”, “que es inocua”. La marihuana, dicen algunos que no genera adicción, es “menos tóxica” que el tabaco, y hasta puede ser beneficiosa con fines medicinales.
Estos “mitos” están gozando de una aceptación social muy peligrosa. Por lo tanto es bueno informarse para poder contrarrestar este mensaje.
Es una mentira que la marihuana no tiene toxicidad. Es una droga con consecuencias psicoactivas muy potentes, que impactan sobre el Sistema Nervioso Central y el aparato cardiovascular. Tiene propiedades psicoestimulantes, psicodepresoras, y produce alucinaciones.
Son necesarios 20 días para que el organismo consiga librarse de todos los efectos de un solo cigarrillo de marihuana. Conducir un vehículo u operar maquinaria después de fumar un cigarrillo, es tan peligroso como hacerlo después de haber ingerido alcohol, pues la marihuana disminuye la reacción ante estímulos y reduce los reflejos, siendo una sintomatología imperceptible para quien la consume.
La marihuana ocasiona dificultades en el aprendizaje y disminución en el rendimiento. Los usuarios habituales de marihuana padecen lo que se conoce como “síndrome amotivacional”, que es la falta de motivación, fatiga y apatía, y a menudo pierden el interés en las cosas que los rodean y que solían disfrutar, como la escuela, el trabajo, el ejercicio físico, la familia y los amigos.
Otro síndrome que produce es el “síndrome de senilidad”, que es pérdida de memoria, lagunas mentales, etc. El uso frecuente puede reducir el impulso sexual y ocasionar daños en las funciones reproductoras, así como llevar a desajustes psicológicos. En algunos casos, ocasiona psicosis tóxicas y deterioro neurológico, además de que causa tolerancia y dependencia, desarrollando lo que se conoce como adicción.
¿Qué hacer?
Con la marihuana (igual que con otras drogas) lo mejor es evitar su uso.
La dependencia puede ser resultado de múltiples factores, tales como aspectos de personalidad, familiares, y de las relaciones sociales, entre otras, independientemente de la edad o la clase social. Por eso, como nadie puede de antemano saber si se volverá adicto, lo ideal es evitar consumirla aún la primera vez.
¿Es lo mismo la marihuana fumada que la marihuana medicinal?
¡Absolutamente NO!
Hoy los jóvenes y algunos adultos también esgrimen como argumento para fumar marihuana, que es medicinal, que como es natural, no hace daño, pero están muy equivocados.
La marihuana está compuesta por más de 400 sustancias químicas, siendo las más importantes el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD). El THC produce los efectos físicos y psicoactivos (actúa sobre el sistema nervioso) comúnmente conocidos como “volar”, mientras que el CBD tiene propiedades antinflamatorias y analgésicas.
Para la marihuana medicinal se hace una separación del alcaloide THC y se aísla el componente graso que es el CBD, el cual se convierte en aceite y se da en gotas por vía digestiva.
Con este aceite se tratan enfermedades como las epilepsias refractarias en niños y para los adultos también existe un fármaco para el tratamiento de la esclerosis múltiple.
Fundación Padres – www.fundacionpadres.org
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