En esta dualidad de culpabilidades e inocencias que ofrece la Justicia, en la Argentina ya está instalado que hay dos tipos de Justicias: La de Tribunales que brindan jueces, fiscales y abogados amén de las leyes vigentes y esta la otra, la Justicia Mediática y Social. La que decide la gente común por gustos, sensaciones, percepciones y las informaciones y análisis que hacen los medios de comunicaciones.
Por eso hay un montón causas en los que una Justicia resuelve de una manera y la Justicia de la gente y los medios indican otras posturas y decisiones. Y justamente es lo que ocurre con el doctor Aníbal Lotocki y sus operaciones tan quirúrgicas como estéticas que ya recibieron una sentencia de Primera Instancia que ha sido apelada en Casación, que consolida que el fallo impuesto sea firme todavía.
No obstante, la presión mediática y las campañas agresivas de las cuatro denunciantes que no le dan paz, no dejan de hostigar Lotocki que hasta aquí nunca se defendió en los medios pero que hoy decidió salir a responder con lo que realmente ya se testimonio en la Justicia y no se dice en muchos medios y por periodistas ensañados en perjudicarlo.
Por eso, cuando el doctor Lotocki se enteró que Silvina Luna, Pamela Sosa, Vicky Xipolitakis y Gabriela Trenchi lo habían demandado por mala praxis, Aníbal Lotocki reaccionó con incredulidad. Pero pronto notó que la cosa iba en serio. Y decidió defenderse sólo en los Tribunales, con las pruebas en la mano. Durante años soportó en silencio que lo acusaran de toda clase de delitos casi en cadena nacional. Decían que era un estafador, que operaba sin ser cirujano plástico, que su clínica no estaba habilitada, que aplicaba un producto prohibido (polimetilmetacrilato), en cantidades no recomendadas y en lugares del cuerpo no autorizados… Pero la imputación que más conmovía a la opinión pública era que Lotocki les había provocado gravísimas enfermedades a tres de las cuatro querellantes. A Silvina Luna, una insuficiencia renal severa; a Pamela Sosa (ex pareja del cirujano), una diabetes; y a Gabriela Trenchi (la única no famosa del grupo), un síndrome de Guillain Barré.
Llegó el juicio oral, donde Aníbal Lotocki respondió las preguntas de todas las partes y presentó abundante documentación. En las audiencias se acreditó que Lotocki nunca se atribuyó ser cirujano plástico, que era idóneo para realizar intervenciones estéticas, que su clínica estaba habilitada, que el producto implantado era legal y que no existía un nexo causal entre las graves enfermedades de Luna, Sosa y Trenchi y las intervenciones efectuadas por el imputado.
Lotocki fue condenado a 4 años de prisión y 5 de inhabilitación, sólo por no haber notificado a sus pacientes que la aparición de granulomas era un posible efecto secundario de la aplicación del polimetilmetacrilato. La sentencia fue apelada y, al no estar firme, el profesional puede seguir operando. El “cirujano de las famosas” creyó que el veredicto pondría un punto final al bombardeo mediático. Se equivocó. Las acusaciones siguieron cayendo impiadosamente sobre él, provocándole un grave daño familiar, ya que sus hijos son objeto de bullying en el colegio.
Es por eso que el entorno del doctor Lotocki decidió dar la batalla pública que el cirujano había preferido no librar en el pasado. En los últimos días, la doctora Ileana Lombardo (su abogada) y María José Faverón (su esposa y mano derecha) salieron al cruce de los nuevos dichos de las denunciantes, que nada tienen que ver con lo que consta en el expediente. Al parecer, Lotocki comprendió que los casos mediáticos no sólo se pelean en sede judicial, sino también en sede televisiva. Porque a veces el silencio no es salud.