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“Lluvia de hamburguesas” Viaje de egresados y la tragedia siempre dando vueltas

En los últimos dos meses, dos estudiantes han caído desde ventanas durante sus viajes de egresados. Uno de ellos perdió la vida, y el otro se salvó de milagro tras un incidente que podría sonar ridículo si no fuera tan peligroso: una “lluvia de hamburguesas” arrojadas desde un balcón.

Este tipo de conductas, que parecen pertenecer a una fantasía absurda de descontrol juvenil, nos obligan a preguntarnos qué está fallando en la forma en que abordamos estos viajes y qué mensaje nos están enviando nuestros adolescentes.

Los viajes de egresados, que deberían ser una celebración del cierre de una etapa crucial en la vida de los jóvenes, han degenerado en ocasiones en verdaderos festivales de irresponsabilidad. La idea de que estos viajes son sinónimo de libertinaje absoluto, donde “todo vale”, se ha instalado peligrosamente en la cultura juvenil, muchas veces alimentada por la indiferencia o la complicidad de los adultos. ¿En qué momento permitimos que un rito de paso se convirtiera en una peligrosa carrera de excesos?

La responsabilidad, sin embargo, no recae solo en los adolescentes. Los padres, que invierten sumas astronómicas en estos viajes, muchas veces se desentienden de lo que realmente ocurre una vez que sus hijos parten. Se paga por un sueño, pero se olvida de supervisar que este no se convierta en una pesadilla. Es como si el desembolso económico eximiera a los adultos de la necesidad de involucrarse en la seguridad y bienestar de sus hijos durante esos días. Esta desconexión, esta falsa creencia de que “es solo una fase”, puede tener consecuencias devastadoras.

¿Qué nos dice un adolescente cuando participa en actividades tan peligrosas y absurdas como arrojar hamburguesas desde un balcón? Tal vez, más allá de la risa nerviosa y la aparente despreocupación, lo que estamos viendo es un grito silencioso pidiendo atención, límites, y guía. Es un llamado a la reflexión para todos nosotros: el descontrol no es diversión, y la ausencia de límites no es libertad.

Es urgente que los organizadores de estos viajes, las instituciones educativas y los padres asuman un rol activo y responsable en la planificación y supervisión de estos eventos. No se trata de apagar la diversión, sino de encauzarla en un entorno seguro y controlado. La prevención debe ser la norma, no la excepción. Es necesario implementar controles más rigurosos, asegurar la presencia de adultos responsables y promover una cultura de autocuidado entre los jóvenes.

La vida de nuestros adolescentes es invaluable, y la posibilidad de que un viaje de egresados termine en tragedia debería impulsarnos a actuar con mayor responsabilidad y seriedad. Los viajes de egresados pueden y deben ser una experiencia positiva y memorable, pero para lograrlo, todos los involucrados deben comprometerse a proteger y cuidar a nuestros jóvenes.

Es hora de que pongamos fin a la fantasía peligrosa del descontrol obligatorio y escuchemos el verdadero mensaje que nuestros hijos nos están enviando.

IG adriandallastaok
www.fundacionpadres.org

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