La conectividad digital, especialmente en tiempos de crisis, es crucial pero no debería reemplazar del todo las conexiones humanas. ¿Quién es Aaron Chervenak?
Las Vegas es conocida, dentro de otras cosas, por sus extravagantes bodas y ésta no fue la excepción: Aaron Chervenak contrajo matrimonio con su celular. Este casamiento, ocurrido en 2016, volvió a tomar relevancia luego de una entrevista reciente en la que explicaba su decisión. La pregunta está en si realmente hay un amor tan profundo detrás o si este tipo de ocurrencias podría ser una preocupación a futuro.
Para el estadounidense, su celular era algo en lo que confiaba para calmarse, dormir o tranquilizar su mente. De hecho, dice ser su relación más larga; lo que alude al papel omnipresente que estos dispositivos lograron asumir en nuestras vidas.
La ceremonia se llevó a cabo teniendo en cuenta algunos aspectos que podemos ver en un matrimonio tradicional ya que había invitados y Chervenak estaba luciendo un traje negro. Su celular, por el contrario, estaba protegido con una funda blanca y un “pop socket” (un soporte en forma de anillo) para luego ser colocado en el dedo anular de su esposo…
La pandemia de COVID-19 marcó un antes y un después en la relación que las personas tienen con la tecnología. Durante el confinamiento, ésta se convirtió en la única manera en la que pudimos trabajar, estudiar o mantener contacto con nuestros amigos y familiares. Esto generó una relación más estrecha con los teléfonos. Sin embargo, esta hiper-conectividad trajo como contrapartida una desconexión física y emocional que persiste en la actualidad.
Si bien la ceremonia fue un acto simbólico, logra abrir un debate sobre la salud emocional y la calidad de vida en un mundo cada vez más digitalizado. Ahora bien, ¿podremos encontrar un equilibrio?
En este contexto, la acción de Chervenak puede interpretarse como una advertencia sobre la dirección en la que nos dirigimos. A medida que la tecnología avanza y se integra aún más en nuestras vidas, es crucial reflexionar sobre los límites que debemos tener para que no haya una dependencia inaudita.
Colaboración: Stefanía Fossa – Olandini